Ir a Página Principal Ir a Capítulo II Ir a Capítulo IV
Día 3º) Miércoles 07/12/11
Salimos del hotel , caminando como cada día por la Avda. Mohamed V, con dirección hacia los monumentos que teníamos previsto ver hoy, El Museo de Marrakech, La Cúpula Almorávide y La Medersa.
Un inciso: De pronto nos para un chico que dice acordarse de nosotros de la 3ª planta del hotel [casualmente nosotros nos alojábamos en la 3ª planta y del parking (que no habíamos pisado en ningún momento porque no llevábamos vehículo)], no nos acordábamos ninguno pero aprovechamos para preguntarle cual era el mejor camino hacia La Medersa, nos dice que hoy está cerrado todo, todos los museos y palacios, que lo hacen un día a la semana para la limpieza, nos quedamos extrañados pues era la primera noticia que teníamos al respecto, sí sabíamos que el martes cerraban el Museo Dar Si Said, pero nada más. El chico continua diciéndonos que justamente hoy es el único día de la semana que abre una cooperativa de productos artesanales a muy buen precio, ante nuestra negativa, insiste que sólo para ver, además de no tener interés, nos escamó un poco y le dijimos que no queríamos comprar nada. Mis acompañantes le creyeron pero a mi me daba mala espina, eran muchas casualidades y vi claramente que era una encerrona para llevarnos a la tal cooperativa y llevarse su comisión, por lo que a pesar de su insistencia en que todo estaba cerrado, decidimos no hacerle caso y arriesgarnos.
Distancia desde el Hotel La Renaissence hasta la Plaza de Ben Youssef: 3,7 kms. unos 45’
En la plaza 6 de noviembre, tomamos hacia la izquierda por la C/. Naciones Unidas hasta la muralla y entramos en la medina por la puerta Bab Doukkala y callejeamos por los zocos menos turísticos hasta llegar a la Plaza de Ben Youssef, donde se encuentran la Cuba Almorávide y el Museo de Marrakech.
Entramos primero en este, sacamos una entrada triple conjunta para los tres monumentos que costaba 60 Dh, más ventajosa pues sólo el museo y la Madrassa, costaban 50 Dh cada uno.
Museo de Marrakech
El museo de Marrakech, situado junto a la madraza Ben Youssef, es un magnífico palacio construido en una parcela de 2.108 m², dotado de un patio grande y confortable de 709 m², típico del arte morisco, transformado un museo privado y lugar de acogida de actividades culturales.
Se encuentra en el antiguo palacio Mnebbi, que fue construido a finales del siglo XIX por el gran visir del sultán Mulay Mehdi Hassan. El edificio sigue el estilo de la casa marroquí tradicional.
Las colecciones del Museo de Marrakech son testimonios de la historia de Marruecos y están agrupadas en los siguientes conjuntos:
- Objetos arqueológicos, etnográficos, que incluye cerámicas, objetos de tierra cocida, joyas, armas tradicionales, vestimentas, objetos de culto judaico y mobiliario arquitectural, Documentos históricos y Arte contemporáneo.
Mezquita de Ben Youssef
Desde la Plaza de Ben Youssef, se divisa la mezquita de Ben Youssef, la más antigua de Marrakech y en torno a ella se organizó la medina. Fue construida en el siglo XII en honor a Sidi Ben Youssef Ali, un teólogo sabio proclamado con el tiempo uno de los Siete Santos patronos de la ciudad por su ejemplo de fe inquebrantable pese a estar muy enfermo de lepra.
La mezquita sufrió numerosas restauraciones con el curso del tiempo, por lo cual nada queda de la construcción original. Su minarete de piedra de 40 metros de altura domina en este sector de la medina.
Cúpula Almorávide
A continuación, la misma plaza y justo al lado del museo está la Cúpula Almorávide.
La Cúpula Almorávide o Qubba Barudiyne es un monumento de gran valor para la ciudad de Marrakech, no sólo por su antigüedad sino porque constituye además una muestra de las técnicas avanzadas empleadas en la época para aprovisionar de agua a la ciudad. La qubba data del siglo XI y fue construida por el segundo rey almorávide, Ali Ben Yussef
El interior del domo, la parte más espectacular, es de madera de cedro tallada que resistió increíblemente el paso de los siglos. decorado con motivos vegetales e inscripciones caligráficas, notables además por ser las escrituras en cursiva más antiguas de toda África del Norte.
La cúpula formaba parte de las dependencias de una mezquita hoy inexistente, y su fuente era utilizada para la ablución de los creyentes. El complejo contaba además con otras tres fuentes, las primeras de Marrakech, para el aprovisionamiento de agua potable de la ciudad, que era traída por medio de canalizaciones subterráneas, las khettaras, desde las montañas del Atlas.
Secando y transportando el cuero
En la Plaza de Ben Youssef, curioso detalle de los artesanos transportando y secando el cuero.
Medersa de Ben Youssef
Justo a la vuelta de la esquina, se encuentra la Medersa de Ben Youssef, también llamada Madrazza. Una medersa es un colegio o escuela musulmana de estudios superiores. Están especializadas en estudios religiosos.
Es uno de los monumentos más prestigiosos de Marrakech y una verdadera joya de la arquitectura árabo-andalusí. Edificada en la segunda mitad del siglo XVI sobre una antigua escuela creada en el siglo XIV, será hasta mediados del siglo XX centro de difusión del saber y luego patrimonio cultural abierto al público.
La entrada se encuentra junto al muro este de la mezquita, cubierta por una gran cúpula adornada de estalactitas esculpidas en yeso. Una imponente puerta de cedro da paso a un largo vestíbulo que remata en el fondo con un espacio cuadrangular, coronado por una alta cúpula con cielorraso de madera, cubierta por fuera de tejas esmaltadas en verde.
A la derecha se extiende un gran patio con piso de mármol blanco, cuya fuente central aporta la cuota de serenidad necesaria a un espacio creado para el estudio y la meditación. Al otro lado del patio se encuentra la sala de oración, con sus columnas de mármol de Carrara y una cúpula similar a la del vestíbulo, aunque más grande.
A un lado y otro del patio, en la planta baja y el primer piso, se distribuyen las 132 habitaciones que fueran ocupadas por los estudiantes. La popularidad de la escuela fue tal que en sus mejores tiempos llegó a albergar 900 alumnos
Zocos
Al salir de la Medersa, pasando de nuevo por la puerta del Museo de Marraquech y siguiendo la calle hacia adelante, te encuentras con el zoco, que se extiende desde el norte de la Plaza de Djemaa el Fna y ocupa decenas de laberínticas calles llenas de puestos y tenderetes donde los marroquíes hacen sus compras y donde los tenderos intentan hacer su "agosto" con los turistas.
En él se pueden comprar todo tipo de ropa, especias, comida, artesanía y productos típicos, allí se encuentran los artesanos agrupados por gremios; tintoreros, cesteros y ferreteros son algunos de los oficios que se dan cita en el zoco de Marrakech.
La palabra zoco, souk en árabe, designa 'un gran desorden' y podríamos pensar que el término es más que acertado para definir esta zona tan efervescente y ruidosa donde nada parece seguir ninguna regla. Sin embargo, los zocos fueron desde siempre mercados muy ordenados que respondían a una organización social y geográfica de diferentes corporaciones de artesanos, vigente aún hoy después de más de ocho siglos de existencia.
Fueron primero los tejedores y los curtidores de cueros quienes se instalaron y poco a poco se fueron agregando otras actividades, cada una estableciéndose en una zona bien delimitada para desarrollar su actividad.
Por fin llegamos al temido zoco, y digo temido por que para mí, que no soy aficionada a las compras y aunque estaba tratando de retrasar nuestra visita, era inevitable, había que verlo, tiene su encanto, su bonito colorido sobre todo el de las especias y su look tan pintoresco con su forma tan particular de vender, atrayéndote hacia sus comercios para ofrecerte el “mejor producto” de toda la ciudad , “original y auténtico”, el resto son falsificaciones o de mala calidad, bien por los propios comerciantes o por los “ganchos” mezclados entre el público, chapurreándote las cuatro palabras que se conocen en un montón de idiomas o sacándote la sonrisa con expresiones como “más barato que en Carrefour”, “España está en bancarrota” “precios de Ryanair” o como no, con el tema del futbol, todos son o del Real Madrid o del Barça.
Ya conocía otras ciudades árabes, como Túnez o Egipto y los zocos, son los mismos en todas partes, casi los mismos productos, aunque tengo que reconocer a pesar de sus insistencia en vender nada más que por acercarte a mirar un artículo, los de Marrakech no son tan “pesados ni tocones” como los de Egipto.
Ahí empezó mi tortura con el regateo, para aquellos que no han visitado nunca un país árabe, deben saber que es “imprescindible” regatear si no queréis pagar un precio por un artículo de más del doble de su valor. Los expertos dicen que la táctica es ofrecerle una contraoferta de 1/4 el valor que te piden, sí, es muy disparatado, pero eso le obligará a ir bajando su precio original y nosotros iremos subiendo de forma que se quede más o menos a la mitad de lo que ofrecieron. Algunos son duros de pelar y ya lo saben y si ten ven interés por algo, más reacios están para bajar los precios, pero siempre bajan algo, el conseguir una buena compra dependerá del arte de cada uno en la negociación.
Después de comprar algunas cosillas, no muchas porque como ya comenté anteriormente, teníamos el problema del peso en el avión, aunque había artículos muy bonitos que hubiera comprado de buena gana, aquellos que vuelen con compañías de low cost, no merece la pena pagar por una maleta más para venir cargados de artículos que al fin y al cabo, aunque un poco más caros, puedes encontrar en tu ciudad.
Saturados por los olores del cuero (que lo curten con excrementos de paloma), las especias y no se cuantas cosas más, decidimos darnos un respiro para tomar algo en el “Café des Epices” también aconsejado por Jaime y Noah, está en Derb Rahba Lakdima más conocida como la plaza de las especias. Allí tomamos un té a la menta, otro de especias, un café y dos zumos de naranja, por 59 Dh. (5,38€)
Al terminar nuestro pequeño break, fuimos a una de la muchas tiendas que hay en la misma plaza de de especias y aceites esenciales entre otros, porque Marina tenía interés en comprar especias y yo el famoso aceite de Argan, con tantas propiedades para la piel y ambientadores para quemadores. Después de estar regateando un rato con un chico que no era especialmente agradable, probar no se cuantos olores diferentes que a los dos minutos ya no olían nada y no conseguir buenos precios, decidimos irnos a probar suerte en otro, cosa que sentó fatal al vendedor, insultándonos a voces y acordándose de nuestras madres y no precisamente de la mejor forma, quise morirme de la vergüenza. Dos puestos más adelante conseguimos el aceite por muy buen precio, claro hay que ser un experto y gran conocedor de la materia para saber si es puro al 100% o está mezclado con otros aceites no esenciales.
Al salir de allí nos fuimos nuevamente para la Plaza Djemaa, no sin antes preguntar un montón de veces como se llegaba a ella y pasando el suplicio nuevamente de caminar por esas calles entre vendedores, turistas, carros, motos, que por cierto recibí un pequeño golpe por una de estas.
De allí nos dirigimos de nuevo hacia el suroeste de la medina. Teníamos interés en hacer dos cosas que se nos había olvidado el día anterior cuando estuvimos por esa zona, una era ver la puerta “Bab Agnaou”, única puerta de piedra de acceso a la Kasbah en la medina, y otra acercarnos a ver el Hotel la Sultana, queríamos darnos un día una cena homenaje en un restaurante de esa categoría (en cada viaje suele caer al menos una de este tipo)
Puerta de Bab Agnaou
La denominada Bab Agnaou es una de las 19 puertas que tiene la Muralla de la Medina de Marrakech, pero sin duda es la que nos muestra una decoración más bella.
Se construyó en el siglo XII, durante la dinastía Almohade, y es una de las obras maestras del arte almohade. Con una superposición de arcos de medio punto, todos diferentes, la decoración se complementa con adornos florales.
También llama la atención el colorido de la puerta, por la combinación del original gres de color gris azulado con que se construyó y el típico color ocre rojizo que le confiere la arena. En el pasado fue utilizado como lugar de exposición de cuerpos y cabezas de ajusticiados
Accediendo por el arco de al lado de Bab Agnaou, llegamos de nuevo a la Kasbash y muy cerquita de allí, pasando las tumbas saadíes, en un callejón estrechito se encontraba El Hotel La Sultana, hotel de lujo que también recomendaban Jaime y Noah.
Detalles en la Kasbah
Hotel La Sultana
Llegamos al Hotel la Sultana (en Rue de la Kasbah, 403), para verlo con intención de hacer una reserva para la noche, pero cuando llegamos, nos lo enseñaron hasta la terraza y vimos lo bonito que era y la paz que se respiraba allí arriba después del bullicio donde veníamos, decidimos quedarnos a comer en vez de a cenar. Era un día precioso, el sol apretaba fuerte, a veces incluso demasiado, en el rinconcito donde nos ubicaron a la sombra, además de protegernos con sombrillas, entre el sol cuando giró y el vinito que nos habíamos tomado pase´un calor terrible terminando en camiseta de sisa, increíble en el mes de diciembre por mucho Marruecos que sea..
Teníamos unas vistas preciosas, desde lo alto se divisaban las tumbas saadíes y la mezquita de la Kasbah. Al principio había otra pareja más comiendo que enseguida se marcharon y nos quedamos los cuatro solos. Pedimos una ensalada mediterránea, un plato de pescado y verduras que no recuerdo como se llamaba, dos entrecots, una Coca-Cola, tres cervezas, dos botellas de vino y dos postres, todo ello por 1.685 Dh (153,60€), sí os parecerá un poco caro siendo en Marrakech, pero realmente valorando la calidad de la comida, el alcohol que es lo que más encarece la cuentas, el sitio, el entorno y lo a gusto que allí estuvimos no nos pareció elevado.
Después de la frenética actividad de la mañana, donde me había pasado casi de todo, cogerme el culo en la zona de la Medersa, llamarme hija de …. y ser golpeada por una moto, allí nos sentimos como en un oasis donde sólo escuchábamos a los pajaritos.
Comida en la terraza de la plana alta del Hotel La Sultana, con vistas a la mezquita d’el Mansour o de la Kasbah y a las Tumbas Sadíes.
Después de la velada tan maravillosa que habíamos pasado, sin prisas, quisimos completar el día en uno de los hoteles más lujosos del mundo, el Hotel La Maumonia (merece la pena dar un paseo por link que os pongo).
Hotel La Maumonia
Situado junto a poco más de 1 km. de La Sultana, junto a los muros de la medina y rodeado de un precioso jardín, desde siempre ha sido un lugar de lujo, distinción y glamour, y entre sus huéspedes siempre se encontraron celebridades del espectáculo, importantes políticos, artistas plásticos y escritores.
Por una tarde, aunque solo fuera para tomar un café nos queríamos sentir como ellos. De nuevo el temor de que no nos permitieran el acceso por nuestras zapatillas de caminar (hago hincapié en esto porque ya hemos sentido el rechazo una vez por este motivo en un restaurante de Edimburgo y no era ni mucho menos lo lujoso de los lugares que estamos visitando en Marrakech).
A la entrada nos hicieron dejar las bolsas de las compras que habíamos realizado por la mañana en el zoco , pero sí nos permitieron entrar con las mochilas y bolsos y por supuesto con las cámaras de fotos aunque sólo nos dejaron tomarlas del exterior, por lo que antes de entrar hicimos algunas a sus bonitos jardines y a la preciosa puerta de entrada.
Después de tontear un poco los altísimos y simpáticos guardias de la puerta ataviados con un uniforme muy bonito, entramos al bar, pedimos tres cafés y un gin-tonic, todo ello acompañado con una buena ración de frutos y aceitunas, nos costó 420 Dh (38,28€), sí una pasta pero de vez en cuando nos gusta sentir el placer de los ricos, tomar nuestras consumiciones en un lujoso lugar sin la presión del tiempo.
A la salida, nos fuimos de nuevo hacia la plaza, por el camino nos pusimos a negociar con un taxista para hacer una excursión al valle de Ourika, ya nos habíamos informado previamente por agencias que te abordaban por la calle que costaba 30€ o 130 Dh por persona (520 Dh los cuatro), nada más que nos paramos aparecieron 4, todos queriendo negociar y lo que comenzó en 600 Dh, terminamos cerrando el trato en 450 Dh (41€) estoy segura que hubiera conseguido mejor precio negociando con otro taxista pero mis acompañantes no me dejaron, prefieren pagar un poco más y no pasar el mal rato del regateo. Lógicamente todos los intermediarios que surgieron para “ayudarnos” a negociar con el taxista, al terminar pidieron su “merecida”propina. Acordamos que nos recogería a las 9:00 en la puerta del hotel.
Continuamos hacia la plaza y por la calle peatonal, que después de haber pasado tantas veces no he llegado a quedarme con su nombre, había en la puerta de un comercio un vendedor de pañuelos al montón, después de un rato escogiendo pañuelos, compramos 10 por 90 Dh.(a 1,21€ cada pañuelo), son bonitos lo que no se si resistirán un par de lavados.
Paseamos nuevamente por la Plaza Djemaa, ésta era nuestro punto final después de la finalización de cada visita ya fuera de noche o de día procediendo del norte o sur de la medina. Compramos frutos secos en los coloridos y bien ordenados puestos y disfrutamos nuevamente de su ambiente, cada vez que íbamos encontrábamos detalles diferentes, curiosidades que no habíamos visto el día anterior o que no estaban. Me pregunto si siempre estará la plaza tal cual la vimos o nos llevamos una imagen más “moderada” por estar allí instalada la pantalla gigante del Festival de Cine plagada de policías en su alrededor.
Y ya emprendimos nuestro camino de vuelta al hotel, paseo relajado de algo más de un km. y medio por la Avda. Mohamed V, cervecitas en La Brasserie y cena como la noche anterior en el hotel con nuestros aprovisionamientos.
2 comentarios:
Gracias,ha sido sumamente util
Necesito el capitulo 4
Gracias
María, gracias por leerlos. El capítulo IV y V estaban escritos sólo que el link del IV desde el capítulo III había olvidado ponerlo, ya está arreglado, gracias por avisar. Si hubieras entrado desde la página principal lo hubieras podido leer. Saludos.
Publicar un comentario